A favor de la vida, a favor del respeto: Reflexiones cristianas sobre el nuevo Código Penal

 

Escrito por: Wendy Carrasco

SANTO DOMINGO. En medio de debates sociales intensos y posturas encontradas, el Congreso Nacional ha dado un paso histórico al aprobar un nuevo Código Penal que reaviva temas profundamente humanos y morales, como lo son las tres causales que permiten la interrupción del embarazo bajo circunstancias extremas.

Como mujer cristiana, defensora de la vida desde el vientre hasta la vejez, celebro cada avance que coloque la dignidad humana en el centro del debate. Estar a favor de la vida no es solamente un argumento biológico o religioso; es también una postura de amor, justicia y compasión. Por eso, creo que reconocer las tres causales no es renunciar a la defensa de la vida, sino precisamente un acto de profundo respeto por la vida en todas sus dimensiones, incluida la de la madre.

La primera causal, que permite el aborto cuando la vida de la madre está en riesgo, no es un dilema entre matar o dejar vivir, sino una difícil decisión médica para preservar al menos una vida cuando ambas podrían perderse. La segunda causal, en caso de violación o incesto, reconoce el profundo trauma que enfrenta una mujer que ha sido violentada en su cuerpo y dignidad. Obligarla a continuar un embarazo en esas condiciones no solo la revictimiza, sino que también contradice el espíritu de protección que Jesús mostró a las mujeres en su ministerio. La tercera causal, ante malformaciones incompatibles con la vida, invita a considerar la compasión por el dolor y el sufrimiento de una familia enfrentada a lo irreversible.

Como cristianos, estamos llamados a defender la vida con amor, no con imposiciones. El mismo Jesús que condenó el pecado también abrazó a la mujer adúltera y la dignificó. Por eso, la lucha no debe centrarse únicamente en prohibiciones, sino en la prevención, la educación sexual responsable, el fortalecimiento de valores y el acompañamiento emocional y espiritual.

Este nuevo paso en el Código Penal debe ser también una oportunidad para profundizar en el respeto mutuo hacia la mujer en todas sus manifestaciones: como madre, como líder, como víctima, como sujeto de derechos. Una sociedad que ignora sus realidades y decisiones, no es una sociedad que defiende la vida, sino que la condiciona.

Mi fe me llama a mirar este tema con los ojos del Evangelio: con misericordia, con verdad y con el firme compromiso de caminar con los que sufren. No se trata de imponer una moral única, sino de construir un país donde cada vida se valore en su contexto, con dignidad, justicia y respeto.

Que esta nueva legislación sea el inicio de un diálogo más profundo, más humano y más solidario. Porque defender la vida también es defender la libertad, la justicia y la compasión.

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