El Cardenal López Rodríguez cumple 89 años: un pastor de firme fe, palabra valiente y huella imborrable en la vida nacional

Por Ariel Cabral.

Santo Domingo. Este viernes 31 de octubre, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo Emérito de Santo Domingo, celebra 89 años de vida, una existencia marcada por la entrega total a Dios, la fidelidad a la Iglesia y el amor profundo a la República Dominicana. Su nombre evoca respeto, carácter y coherencia; su figura, aún retirada del gobierno pastoral, sigue siendo referente moral y espiritual para generaciones de dominicanos.

Nacido en Barranca, provincia La Vega, el 31 de octubre de 1936, López Rodríguez fue ordenado sacerdote en 1961, en plena efervescencia del posconcilio y en un tiempo de grandes desafíos para la fe y la sociedad dominicana. Desde sus primeros años ministeriales se destacó por su inteligencia aguda, su disciplina férrea y su apasionada defensa de la doctrina católica. En 1978 fue consagrado obispo de San Francisco de Macorís, donde dejó una impronta de renovación pastoral, organización parroquial y cercanía con el pueblo.

En 1981 fue designado Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, la sede primada de América, y una década después, en 1991, San Juan Pablo II lo creó Cardenal, reconociendo su trayectoria ejemplar y su liderazgo firme en la Iglesia de América Latina. Desde entonces, su voz se hizo escuchar en los foros eclesiales y en los momentos decisivos del país, defendiendo con valentía los valores cristianos, la dignidad humana y la identidad nacional.

Durante sus más de treinta años al frente de la Arquidiócesis, el Cardenal López Rodríguez impulsó la modernización pastoral de la Iglesia dominicana, fortaleció la formación sacerdotal, promovió la evangelización de los medios de comunicación y acompañó con voz profética los grandes procesos sociales y políticos del país. Su presencia fue siempre clara, directa y sin ambigüedades: un pastor que habló con la autoridad de la fe y la libertad de la verdad.

Sus posiciones firmes frente a los males morales, la corrupción, la violencia y el relativismo lo convirtieron en una figura respetada, admirada por muchos y, al mismo tiempo, incomprendida por algunos. Pero más allá de la polémica, su testimonio ha sido el de un hombre íntegro, profundamente dominicano y fiel a su conciencia sacerdotal.

Hoy, al celebrar sus 89 años de vida, sacerdotes, religiosas, laicos y ciudadanos de todos los ámbitos elevan oraciones de acción de gracias por su vida y ministerio. Desde los templos hasta los hogares, se recuerda su legado como un pastor incansable, defensor de la verdad, amante de su país y siervo fiel del Evangelio.

A sus casi nueve décadas, el Cardenal López Rodríguez sigue siendo símbolo de firmeza en la fe y de amor a la Iglesia. Su paso por la historia dominicana deja una huella que no se borra: la de un hombre de Dios que nunca temió decir lo que creía, y que ha sabido envejecer con la serenidad de quien lo ha dado todo por Cristo y por su pueblo.

“He procurado servir con fidelidad y sin miedo”, solía decir. Esa frase resume una vida entera consagrada al servicio del altar, la verdad y la patria.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *