Fuente: ACI Prensa/ Victoria Cardiel.
Ciudad del Vaticano. El Papa León XIV advirtió de que no se puede servir a Dios y a la riqueza y pidió oraciones para que los políticos no transformen el capital que gestionan en “armas que destruyen a la gente”.
“Hoy, en particular, la Iglesia ora para que los gobernantes de las naciones estén libres de la tentación de usar la riqueza contra el hombre, transformándola en armas que destruyen a los pueblos y en monopolios que humillan a los trabajadores”, aseguró en la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la parroquia de Santa Ana.
Esta iglesia, situada dentro de los muros del Vaticano, está confiada desde 1929 a la orden de los Agustinos, a la que el Pontífice pertenece.
En su sermón, León XIV invitó a perseverar con esperanza en la oración “en un tiempo gravemente amenazado por la guerra”.
“Pueblos enteros son hoy aplastados por la violencia y aún más por un descarado desinterés que los abandona a un destino de miseria”, indicó.
Del mismo, pidió no ser pasivos “ante estos dramas” y llamó a anunciar “con la palabra y con las obras que Jesús es el Salvador del mundo, Aquel que nos libera de todo mal”.
Así, al comentar el Evangelio del día, que narra la parábola del administrador infiel, dejó claro que no se puede servir a Dios y a las riquezas.
“No se trata de una elección contingente, como tantas otras, ni de una opción revisable con el tiempo, según las situaciones. Es necesario decidir un verdadero estilo de vida. Se trata de elegir dónde colocar nuestro corazón, de aclarar a quién amamos sinceramente, a quién servimos con dedicación y cuál es realmente nuestro bien”, afirmó el Pontífice.
Jesús contrapone la riqueza a Dios
Por eso, insistió en que Jesús contrapone precisamente la riqueza a Dios. El Señor habla así “porque sabe que somos criaturas necesitadas, que nuestra vida está llena de carencias. Desde que nacemos, pobres, desnudos, todos tenemos necesidad de cuidados y afecto, de una casa, de alimento, de vestido”, continuó.
De este modo, advirtió que la sed de riqueza corre el riesgo de “ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón, cuando creemos que es ella la que salva nuestra vida”.
Además puso el foco en la tentación de pensar que “sin Dios igualmente podríamos vivir bien, mientras que sin riqueza estaríamos tristes y agobiados por mil necesidades”
“Quien sirve a Dios se hace libre de la riqueza, ¡pero quien sirve a la riqueza queda esclavo de ella! Quien busca la justicia transforma la riqueza en bien común; quien busca el dominio transforma el bien común en la presa de su avidez”, explicó.
















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