En una madrugada marcada por el humo y las llamas, Emma Schols, una madre de 31 años, despertó en su hogar de Edsbyn, Suecia, justo a tiempo para evitar una tragedia. Mientras el fuego avanzaba sin piedad, sus seis hijos dormían en el piso superior, ajenos al peligro que se cernía sobre ellos.
Sin calzado, guiada por el instinto y el amor, Emma subió entre el fuego y rescató a los dos primeros niños, cubriéndolos con su cuerpo para protegerlos. Los dejó a salvo, cerró la puerta para impedir su regreso y, sin vacilar, volvió a subir por unas escaleras ya envueltas en llamas.
En el segundo piso, una de sus hijas, de nueve años, logró saltar por el balcón gracias a una escalera improvisada que uno de sus hermanos sostuvo. Emma utilizó esa misma vía para bajar a otros dos niños. Pero aún quedaba una pequeña en medio del infierno: Mollie, su bebé de un año, dormía en la cuna.
Con el humo denso y el calor abrasador, Emma volvió a entrar a la casa. Sacó a Mollie en brazos y, a pesar de que las escaleras colapsaron, reingresó cuatro veces más para asegurarse de que todos estuvieran a salvo. Milagrosamente, ninguno de sus hijos sufrió lesiones graves.
El precio de su heroísmo fue extremo: quemaduras en el 93% de su cuerpo, dos meses en coma, múltiples cirugías, infecciones severas, neumonía y un largo proceso de rehabilitación. Los médicos no dudaron en calificar su recuperación como un milagro.
Cuando finalmente despertó, su primera pregunta fue: “¿Mis hijos están bien?”. En 2020, Suecia reconoció su valor otorgándole el título de Heroína del Año.
Hoy, Emma y su familia viven en un apartamento temporal mientras reconstruyen su hogar. El incendio marcó su vida, pero también renovó su gratitud y su vínculo con la maternidad. “Ahora valoro cada momento, cada abrazo, cada risa. Todo”, confiesa.
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