Santo Domingo. En un contexto global marcado por tensiones financieras, choques geopolíticos y los efectos persistentes de la pandemia de COVID-19, la evolución del mercado cambiario ha adquirido una importancia estratégica para las economías emergentes.
De acuerdo con Elisa Vilorio de Painter, Ph.D., y Julio Andújar Scheker, Ph.D., el comportamiento del tipo de cambio en la República Dominicana desde 2020 ha sido ordenado y consistente con un régimen monetario creíble, apoyado en fundamentos macroeconómicos sólidos.
Desde el inicio de la pandemia, la economía dominicana enfrentó choques externos significativos, incluyendo disrupciones en las cadenas de suministro, contracción económica global y presiones inflacionarias importadas. A pesar de este entorno desafiante, el mercado cambiario ha funcionado como un amortiguador natural de choques externos, contribuyendo a anclar las expectativas y a preservar la estabilidad macroeconómica.
En reconocimiento a esta evolución, el Fondo Monetario Internacional (FMI) reclasificó recientemente el régimen cambiario de la República Dominicana como de “flotación”, resaltando el papel predominante de la oferta y la demanda en la determinación del tipo de cambio, así como una menor intervención discrecional del Banco Central. Esta reclasificación alinea al país con las mejores prácticas internacionales para economías que operan bajo esquemas de metas de inflación.
Si bien se han observado movimientos coyunturales del tipo de cambio asociados principalmente a la incertidumbre internacional, estos responden a factores transitorios y son consistentes con el funcionamiento normal de un régimen de flotación. En este contexto, el Banco Central de la República Dominicana (BCRD) ha presentado un análisis integral del mercado cambiario, sus determinantes y perspectivas, reafirmando la coherencia y fortaleza del esquema de metas de inflación frente a choques externos.
Desde la adopción formal del esquema de metas de inflación en 2012, con un objetivo de 4.0 % ± 1.0 %, la política monetaria ha utilizado la tasa de política monetaria como principal instrumento, descartando metas cambiarias explícitas y limitando las intervenciones a episodios de volatilidad excesiva. Como resultado, la volatilidad cambiaria se mantuvo históricamente baja antes de la pandemia y, aunque ha aumentado en el período 2020–2025, continúa siendo consistente con un mercado más profundo y transparente.
El análisis de Vilorio de Painter y Andújar Scheker también destaca que, en línea con la literatura internacional, el tipo de cambio influye no solo en la competitividad externa, sino también en el canal financiero, afectando las condiciones de crédito y la actividad económica real. En este sentido, la República Dominicana ha mostrado un desempeño favorable frente a otras economías emergentes, con un aumento sostenido de la inversión extranjera directa, una reducción histórica del riesgo país medido por el EMBI y una mejora en los términos de intercambio.
Entre los factores que explican la estabilidad cambiaria se encuentran la elevada oferta de divisas —impulsada por remesas récord, turismo e inversión extranjera—, una baja dolarización del sistema financiero, una exposición limitada del sector corporativo a pasivos en moneda extranjera y un marco regulatorio fortalecido. A esto se suma la acumulación de reservas internacionales, que a noviembre de 2025 alcanzaron USD 14,274 millones, equivalentes a 5.3 meses de importaciones y con un nivel de adecuación superior al 100 % según la métrica del FMI.
En conclusión, el comportamiento del tipo de cambio en la República Dominicana desde la pandemia refleja la fortaleza de sus fundamentos macroeconómicos, la credibilidad de su régimen monetario y una institucionalidad robusta. Las variaciones observadas deben interpretarse como parte inherente de un régimen de flotación bien gestionado. De cara al futuro, la continuidad de flujos de capital estables, el fortalecimiento de la supervisión de riesgos cambiarios y el mantenimiento de la credibilidad del esquema de metas de inflación serán claves para preservar la estabilidad de precios y apoyar un crecimiento económico sostenible.















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