Por Wendy Carrasco
La República Dominicana cuenta con leyes claras, como la Ley 90-19 sobre Prevención, Supresión y Limitación de Ruidos Nocivos y Molestos, que buscan garantizar un ambiente sano y protegernos de la contaminación sónica. Sin embargo, la realidad en muchos sectores y residenciales es otra: bocinas a todo volumen, música a altas horas de la noche y actividades que perturban la paz de quienes, luego de un día de trabajo o estudio, necesitan descansar.
El ruido excesivo no es solo una molestia: es una violación al derecho ajeno, un atentado contra la salud física y emocional de las personas. Quienes más sufren son los envejecientes, los niños, los jóvenes que estudian, y los trabajadores que requieren un sueño reparador para rendir en sus labores diarias.
En los residenciales y comunidades, se supone que reine la tranquilidad. La noche no es momento para la estridencia, sino para el reposo. La música y el entretenimiento son parte de nuestra cultura, pero deben ejercerse con respeto y dentro de los límites que establece la ley.
Hoy hacemos un llamado a la conciencia ciudadana:
• Respetemos el derecho de los demás a vivir en paz.
• Evitemos el uso desmedido de equipos de sonido en áreas residenciales.
• Recordemos que la libertad de uno termina donde comienza la del otro.
La contaminación sónica no se combate solo con operativos policiales ni con sanciones, sino con educación y responsabilidad social. Un país que respeta el silencio y el descanso de su gente es un país que progresa en convivencia y calidad de vida.
Respetemos la ley. Respetemos a nuestros vecinos. Respetemos la paz.
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