¿Por qué causa asombro, pena y dolor ver incendiada la Villa Doña Emilia de Montecristi?
La emblemática residencia, levantada a finales del siglo XIX con piezas importadas desde Francia, fue declarada en peligro en mayo de 2019 por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), una organización no gubernamental que trabaja en la preservación del patrimonio cultural mundial mediante teorías, metodologías y tecnologías de conservación y protección de monumentos, sitios y paisajes culturales.
Durante años, ante la mirada impotente de vecinos y visitantes, la imponente villa de doña Emilia Jimenes Pereyra mostró claros signos de deterioro, sin que las autoridades, ni pasadas ni presentes, tomaran cartas en el asunto, a pesar de su incalculable valor histórico y arquitectónico.
Aun en estado de abandono, la casona seguía generando asombro y admiración. Ubicada en el corazón de la ciudad de San Fernando de Montecristi, fue registrada por el Comité Dominicano del ICOMOS en su listado de 2019 como uno de los monumentos y sitios patrimoniales en peligro.
Motivada por décadas de desatención, la mansión fue saqueada en repetidas ocasiones y utilizada indecorosamente como refugio por indocumentados. Hoy, con profundo pesar, recibimos la noticia de que la Villa Doña Emilia ha sido consumida por las llamas, reduciendo a cenizas un patrimonio tangible e histórico de la provincia, situado en la calle Juan Pablo Duarte esquina Federico de Jesús García, frente al reloj público y al antiguo Club del Comercio, en la llamada “Ciudad Turística del Morro”.
Este monumento histórico era una atracción para peatones y turistas, quienes se detenían a preguntar por la historia de la residencia y a retratarse frente a su desvencijada estructura, propiedad del Estado dominicano.
La villa, erigida en 1895 con piezas traídas de Francia, es considerada por miembros del Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA) como la primera vivienda prefabricada importada al país. Fue el hogar de doña Emilia, acaudalada filántropa, y de su hermano, el presidente Juan Isidro Jimenes, bajo cuya gestión Montecristi alcanzó un extraordinario auge económico, conocido como la “Era del Campeche”, a finales del siglo XIX y principios del XX. La exportación de este producto permitió grandes avances como la primera locomotora, el primer acueducto y un puerto comercial de gran dinamismo que posicionó a Montecristi entre los más importantes de la República Dominicana.
La casona, de estilo neoclásico y ecléctico, se levantaba sobre un sótano con dormitorios y cocina para empleados. Sus paredes y pisos eran de maderas preciosas, poseía puertas ornamentadas con arcos de medio punto, galerías perimetrales, balcones frontales y laterales, columnas y cornisas decoradas, fachadas de aluminio en forma de escamas, techos Mansard y una elegante escalera de caoba. Sus amplios salones acogieron tertulias culturales, bailes y veladas en las que sonaba el piano, entre alfombras importadas, muebles finos y lámparas de cristalería.
En esos espacios, doña Emilia Jimenes recibió a figuras de la talla de Eugenio María de Hostos, José Martí y Máximo Gómez. Además, junto a su esposo Rafael Rodríguez Camargo, empresario vinculado a la gesta restauradora y pionero en el primer ferrocarril del país, compartió una vida de esplendor ligada al progreso de Montecristi.
Distintas investigaciones y proyectos de restauración se anunciaron a lo largo de los años, sin resultados concretos. En 2015, el entonces ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez, prometió rescatar la villa; luego, el ministro de Turismo, Francisco Javier García, ofreció recursos para su restauración; y más recientemente, el ministro de Cultura actual, Roberto Salcedo, repitió el compromiso en visitas a Montecristi. Todas fueron promesas incumplidas.
Hoy, 27 de septiembre de 2025, la noticia de su incendio nos llena de asombro, pena y dolor. Montecristi pierde una joya arquitectónica única, testigo de la historia política, económica y cultural de la nación. Y tememos que, de no actuarse con decisión, ocurra lo mismo con la Casa Señorial de Isabel Mayer, otro patrimonio invaluable, ligado a la historia de los derechos políticos de la mujer en la República Dominicana.
La Villa Doña Emilia, saqueada, olvidada y finalmente consumida por el fuego, representa una dolorosa advertencia: el abandono destruye la memoria colectiva y condena a las futuras generaciones a vivir sin sus símbolos históricos.












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