Con apenas dos años de vida, Nicolás Viloria Mejía ha librado más batallas que muchos adultos en toda una vida. Su historia es la de un pequeño guerrero que, desde su nacimiento prematuro, ha enfrentado un rosario de diagnósticos: insuficiencia cardíaca, parálisis cerebral infantil, hipotiroidismo congénito y neumonía por microaspiraciones.
Su historial médico impresiona y estremece: cinco cirugías, doce internamientos —nueve de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI)— y una familia que, con fe y valentía, lo acompaña paso a paso.
En marzo pasado, Nicolás vivió uno de sus momentos más críticos. Fue ingresado de urgencia, pero su familia ya no contaba con seguro médico, lo que obligó a sus padres a costear tratamientos con ingresos limitados. Su madre, Doris Altagracia Mejía, trabaja limpiando casas mientras sigue esperando, desde hace más de dos años, un nombramiento en el Servicio Nacional de Salud, a pesar de ser especialista en Oncología.
Actualmente, el niño se encuentra hospitalizado en el Hospital San Vicente de Paúl, en San Francisco de Macorís, tras complicaciones surgidas durante una cirugía de funduplicatura para tratar su reflujo gastroesofágico. De nuevo en la UCI, Nicolás necesita con urgencia un Chaleco Percutor Respiratorio (Vest 105), equipo vital para ayudarlo a drenar los fluidos pulmonares acumulados a causa de su neumonía. Su condición no le permite eliminar estas secreciones por sí solo, y el costo del dispositivo, que oscila entre los 1,500 y 3,000 dólares, es inalcanzable para su familia.
Ante esta realidad, sus padres apelan a la solidaridad. Quienes deseen colaborar pueden hacer sus aportes a la cuenta de ahorros del Banco Banreservas número 9604078332, a nombre de Dorys Altagracia Mejía Acosta (cédula 402-2114881-6). También pueden comunicarse directamente al 849-340-0597.
Nacido para resistir
Nicolás es uno de los trillizos de Doris. Llegó al mundo a las 33 semanas, pesando menos de dos libras. Desde entonces, cada respiro ha sido una conquista. Fue diagnosticado con neumonía severa, sepsis, hipertensión pulmonar y otras complicaciones que pusieron su vida en riesgo desde el primer momento.
Permaneció 38 días internado en el Instituto Materno Infantil de Santiago y sobrevivió a tres paros clínicos. Su madre recuerda esos días como una prueba de fuego: “Tiene un deseo de vivir admirable”, dice con emoción.
Aunque no camina, ni habla, ni gatea, su sonrisa ilumina a quienes lo rodean. En sus ojitos hay esperanza.
Las cirugías que ha enfrentado son muestra de su fortaleza: una hernia inguinal a los siete meses; luego una válvula para regular el líquido cefalorraquídeo y una sonda de gastrostomía. En noviembre de 2024, la sonda fue sustituida por un botón gástrico, pero la intervención lo dejó al borde de la muerte. Un mes más tarde, una traqueotomía lo mantuvo 26 días ingresado.
La familia no se rinde. Aunque el camino ha sido largo y cuesta arriba, siguen luchando por darle a Nicolás lo que necesita. Porque a pesar de todo, él sigue aquí. Sonriendo. Viviendo.
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